Frío de Madrugada
Conversamos por horas y horas, la noche se pasó en
minutos y el frío nos recordó que nos encontrábamos
en horas de la madrugada.
Ella solo reía y con los ojos brillantes y cariñosos me observaba
con mucha avidez mientras escuchaba algunas de mis historias,
yo también la veía con cariño porque en esos instantes la conversación
fue tan agradable y sentimos una conexión tan profunda que simplemente
la seducción fluyó y en ningún momento me tocó pensar para decirle algo.
Cuando pensé en decirle algo ya terminábamos de vestirnos.
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