Hasta pronto
A las 4:15 am fue la última vez que vi el reloj, luego de eso, mi mente divagó por mucho tiempo, recordando y pensando que en ese microbus se iba la mayor parte de mi vida, no los pierdo, los dejo ir en libertad, porque los amo y me aman, sé que de alguna manera, o yo regreso a ellos o ellos a mí. Pero nos volveremos a ver, porque como dice un libro lleno de sabiduría: "El amor todo lo puede".
El tiempo transcurrió rumbo al aeropuerto "Monseñor Romero", el deseo era que fuera un sueño, no solo para mí, la familia entera se despedía en llanto antes de las 4:15, ese fue su "hasta pronto" lleno de muchas historias contadas y las miles que estaban por contarse.
Lloraban al unísono, despiendo a nuestros seres queridos, tal vez te preguntes que pasó conmigo, que pasa con quien relata con valor la situación en la que se veía sumergido.
Pues yo esperaba mi momento, no me gusta mostrar tanto mis sentimientos, no por orgullo, simplemente he perdido muchos sentimientos al perder personas queridas, y ahora, es inevitable que me quebrante, es una maldita combinación de dolor y felicidad, donde sé que los extrañaré pero también sé que es lo mejor.
A las 5:45 (segunda vez que vi el reloj) llegamos al destino, que más bien parecía un punto de partida, yo había estado intentando retener, obstruir cualquier lágrima que quisiera prestarse a la escena, yo iba en la parte trasera, junto a mis sobrinos, ellos cansados por la hora de salida iban profundamente dormidos, y los contemplaba, el varón dormido viendo hacía arriba, la niña arrecostada en sus hombros, y mis manos encima de su abdomen, por si algún freno inesperado se daba y así que no se golpeara, fue en ese momento donde una lágrima de escapo, necia a cualquier orden, salió, los vi como quien contempla la luna llena, sé que pasará tiempo antes de volverlos a ver y los plasmé en mi mente en esa parte trasera. Eramos 7 personas, mi segunda y amada madre, su hermano, mis dos tesoros(mis sobrinos) y dos amigos cercanos a la familia, pero dentro de ese pequeño espacio llevábamos además de las maletas, todo el amor de una familia, una que era la más unida que he conocido. Que tuve la dicha de conocer.
A este punto quizás muchos dejaron de leer, y es que no es algo que vaya para alguien en especial, es algo que debo plasmar en letras para jamás olvidar ningún momento por difícil que sea.
Al llegar ellos entraron y dejaron más maletas, y los invité a desayunar, mientras hablábamos de todo y nada, nos reíamos recordando cosas graciosas, y mientras el sol salía y levantaba en lo alto, la notificación del vuelo se hizo sonar, tuvimos que dejar la mesa y justo antes de dar el último abrazo lloré, lloré como un niño, sin miedo a las miradas y los abracé como si fuera el reencuentro, les prometí alcanzarlos pronto y esa será un nuevo relato que espero poder contar muy pronto.
PD: si tienen a un ser querido, familiar, pareja, amigo, disfruten el tiempo junto a ellos, no saben cuando será el último abrazo.
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